Libros, documentos y escritura Azteca


La administración de Tenochtitlán y sus provincias extranjeras requerían gran papeleo. Los impuestos tenían que ser recolectados, los procesos entre las villas o individuos privados tenían que ser registrados y los mercaderes mantenían las cuentas de sus bienes y sus ganancias. Las instrucciones y reportes pasados de un lado a otro entre la capital y las ciudades distantes, y como la gente de hoy en día, los mexicanos estaban familiarizados con la burocracia y la correspondencia oficial. Los clanes mantenían registros de las tierras y cuando Cortés llegó a Tenochtitlán no tuvo problema en procurarse, del archivo real, un mapa mostrando todos los rios y bahías a lo largo de 400 millas en la costa norte. Además cada templo tenía una biblioteca de trabajos astrológicos y religiosos, mientras que un casa privada, como la de Moctezuma, empleaba a un mayordomo de tiempo completo para vigilar las cuentas, que eran tantas que llenaban una casa comleta.

Ixtiuxochiti, un hermano del último gobernante de nativo de Texcoco, ha dejado esta cuenta en el prólogo de su Historia Chichimeca:

"Ellos tenían escribas para cada rama de conocimiento. Algunos trabajaban con los anales, escribiendo en orden las cosas, que pasaba cada año, dando el día, el mes y la hora. Otros estaban a cargo de las genealogías, registrando el linaje de los gobernantes, señores y nobles, registrando a los neonatos y borrando a aquellos que habían muerto. Algunos pintaban las fronteras, límites y marcas de linde de las ciudades, provicias y villas, y también la distribución de los campos, donde estaban y a quien pertenecían. Otros escribas mantenían los libros de la ley y aquellos que trataban de los ritos y ceremonias que practicaban cuando eran infieles. Los saceerdotes registraban todo lo que tenía que ver con los templos y las imágenes, con sus doctrinas de idolatración, los festivales de sus falsos dioses y sus calendarios. Finalmente, los filósofos y hombres estudiados que había entre ellos estaban encargados de todas las ciencias que habían descubierto y de enseñar de memoria todas las canciones en las cuales eran personificados su conocimiento científico y sus tradiciones históricas."

En las cortes, especialmente en aquellas que lidiaban con los derechos de la tierra y la propiedad, los involucrados apoyaban sus reclamaciones con genealogías y mapas, mostrando las tierras del rey en morado, las tierras de los señores en rojo y los campos de los clanes en amarilo.

De esta masa de papeleo difícilmente queda algo y aproximadamente todos los libros que sobrevivieron de la tierra de los Aztecas son de la post-conquista. Algunos son copias de trabajos anteriores, mientras que otros están escritos en manuscritos Aztecas con comentarios en español y Nahuati en letra europea. La mejor colección de libros de la pre-conquista viene de Oaxaca, la tierra de los Mixtecas, donde más de una docena de ejemplares han sido preservados. Cada libro o códice, consiste de una tira de hasta 12 metros de longitud y 15'18 cm. de alto, hecha de papel, ropa de maguey o piel de ciervo y doblada en zigzag o como concertina como un mapa moderno, para que donde sea que el usuario la abriera tuviera dos páginas a la vista. Los extremos de la tira eran engomados a delgadas placas de madera que servían como cubiertas y eran algunas veces decoradas con pinturas o con discos de tuquesa. Ambos lados de la tira estaban cubiertos con escritura y dibujos, y las páginas individuales estaban divididas en secciones por líneas rojas o negras. Cada página era normalmente leída de arriba hacia abajo, sin embargo, en algunos códices el arreglo es de zigzag o aún alrededor de la página. La tira era escaneada de izquierda a derecha. Esta enorme producción de documentos dependía de un constante suplemento de material crudo, y cada año 24,000 resmas, el equivalente a 480,000 hojas, eran enviadas a Tenochtitlán. El papel Azteca estaba hecho de la corteza interna de varias especies de árboles de higo. La corteza era empapada en un río o en un baño de agua inglesa, y las fibras eran separadas de la pulpa y colocadas en una superficie suave, dobladas y golpeadas con una piedra que tenía una cresta. Un material para fijar (probablemte una goma de origen vegetal), era añadida y las fibras eran golpeadas hasta formar una delgada y homogénea hoja. Después de suavizarla y secarla, las fibras de corteza procesadas se habían convertido en papel, pero la superficie era aún porosa y rugosa, no conveniente para pintar hasta que le dieran un cubierta de barniz calcáreo o tamaño.

Con este antecedente los escribas dibujaban sus figuras, primero esbozando los contornos en negro, después añadiendo los colores con su pincel. Los colores principales eran rojo, azul y amarillo, y los pigmentos eran a veces mezclados con un aceite para añadir brillantez. Los escribas eran respetados artesanos y la profesión era probablemente hereditaria.

Los Aztecas escribían usando símbolos similares a los caracteres usados por los chinos y los japoneses. Todos los símbolos eran dibujos de una clase o de otra.

Los símbolos pueden ser vistos como ideogramas en los cuales los objetos expresan su propia naturaleza, pero también las ideas subyacentes y no conceptos asociados con ellos. Así las ideas de la muerte pueden ser representadas por un cadaver envuelto para el entierro, la noche por un cielo negro y un ojo cerrado, guerra por un escudo y un garrote, o discurso por una lista saliendo de la boca de la persona que esta hablando. Conceptos que envolvían ideas de movimiento, caminar, migrar o una secuencia de eventos, eran usualmente representados por una secuencia de huellas dirigiendose a la dirección adecuada.

Los nombres personales Aztecas eran del tipo descriptivo que se podía representar en glifos. El nombre del emperador Acamapichtli significa "Puñado de Cañas" y su glifo es un antebrazo con la mano asiendo un fajo de tallos. Chimalpopoca, el nombre del siguiente gbernante, significa "Escudo Humeante", y su sucesor fué Itzcoatl o "Serpiente de Obsidiana".

También había un elemento fonético en la escritura Azteca. Toda palabra en el lenguaje hablado tiene un sonido así como un significado, y los glifos eran algunas veces usados para indicar el valor fonético de la palabra en lugar de su sentido. De esta manera, para dar un ejemplo del español, un dibujo de un ojo es un pictograma (que significa un ojo como parte del cuerpo) o un ideograma (expresando la idea de visión); un fonograma exresaría el sonido aunque el dibujo no tuviera nada que ver con el significado. Los dibujos eran a veces usados por su sonido sin hacer referencia a su significado, el símbolo diente (tiantli en lengua Azteca) expresaba la silaba 'tlan' ; el glifo

para el árbol o bosque (quauill) significaba la silaba 'quauh', una piedra (tell) para 'te', una montaña (tepeti) por 'tepe' y asi. Las vocales eran algunas veces representadas fonéticamente; el sonido 'a' por el símbolo de agua (all) o '0' por un camino (olli).

Los nombres de los pueblos podían ser expresados como una combinación de fonogramas. El signo para la capital Azteca, Tenochtitlán, era una piedra (tell) de donde brotaba un espinoso cactus (nochili); Tochtepecan se indicaba con un conejo (tochtli) arriba de una montaña (tepeti); quauhtitlan por un árbol (quauitl) con un diente (tiantli), quauhnauac con un árbol con un lista emitida desde el (nahuall -discurso).

Estos símbolos no fueron puestos en secuencia, uno detrás de otro como las letras y las palabras en un libro, si no que formaban parte de una composición mayor que con frecuencia tomaba la forma de una escena en la cual muchas cosas podían estar pasando al mismo tiempo. Un manuscrito Azteca no se lee, en el estricto sentido de la palabra, si no que es descifrado como un rompecabezas en el que los glifos proveen etiquetas y pistas sobre lo que esta pasando. La parte baja del dibujo generalmente representa la tierra, mientras que la parte superior es el cielo. Ya que los Aztecas no habían descubierto las reglas de la perspectiva, la distancia se representa poniendo las figuras más lejanas en la parte superior de la página y las más cercanas en la parte de abajo. La importancia relativa es indicada po el tamaño: un rey vitorioso, por ejemplo, puede ser dibujado de mayor tamaño que su enemigo vencido. Todas la figuras son dibujadas de perfil, si vistas a tres cuartos o en escorzo.

Cada elemento en una composición está ahí para dar información, ya sea directa o implícitamente, y el pintor asume que la persona que examina el documento conoce la insignia de rango, las costumbres apropiadas en las diferentes clases y la iconografía de los diferentes dioses. De esta manera, un sacerdote es siempre representado con su la cara pintada negra, el pelo largo y el lóbulo de la oreja manchado de rojo por la sangría. Así el podía ser reconocido como un sacerdote aún si estaba vestido como guerrero o de forma simple. De la misma forma, una persona vieja puede ser reconocida por las líneas que representan las arrugas en su cara.

También el color era importante. Los signos para el pasto, cañas y juncos se ven casi iguales en blanco y negro, pero en color no puede haber errores: en el Código Mendoza el pasto es amarillo, las cañas son azules y los juncos son verdes. Un gobernante puede ser reconocido inmediatamente por la forma y el color de su diadema, tuquesa, que estaba reservado para uso real.

Un escriba que podía mantener el paso con los procedimientos de corte tenía todos los motivos para estar orgulloso de sus habilidades Aztecas. Ambas, escritura y lectura eran por lo tanto habilidades especializadas y no hay duda de que la población permanecía analfabeta. La escritura no era enseñada en las escuelas a las que asistían los niños plebeyos y seguramente los hombres ordinarios no tenían necesidad de ella. En una sociedad burocrática y centralizada, el hombre común recibía sus instrucciones de arriba, de los sacerdotes quienes cuidaban el lado religioso de su vida, o de los oficiales seculares quienes eran sacados de la nobleza y tenían el beneficio de una educación calmecac.

Números

Los Aztecas usaban un sistema vigesimal, contando de veinte en veinte. Los números del 1 al 19 eran expresados con puntos u ocasionalmente con dígitos; el 20 era representado por una bandera; el 400 (20 x 20) por un signo que parecía una pluma o un abeto; y el 8,000 (20 x 20 x 20) por una bolsa o un saquillo adornado con borlas que se imaginaba que contenía 8,000 judías de cocoa.


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